Tanto en el mundo académico como entre la población general está muy difundida la idea de que la violencia ha sido la indiscutible protagonista de nuestro pasado. Guerras y revoluciones, además, se relacionan frecuentemente con la noción de progreso, presentándose las luchas violentas como el verdadero motor que permite transitar de una etapa de la historia a la siguiente.
Desde hace ya algunas décadas esta concepción de nuestro pasado ha sido desafiada por una corriente historiográfica que se propone rescatar la paz del olvido de la historia. Se trata de recuperar la labor de la diplomacia, las negociaciones, los distintos tipos de coexistencia o los intercambios económicos, culturales y demográficos.
No se trata de negar que haya habido guerras. Se trata de oponerse a la idea de que son inherentes a la naturaleza de los seres humanos. Si lo fueran, estudiar las causas de los conflictos no tendría ningún sentido, ya que lo más razonable sería resignarnos a su inevitabilidad.
La historia de la paz permite mirar la historia con otros ojos. Devolviéndole agencia a la paz, acabamos dándonos cuenta de que la guerra, lejos de ser natural, es una aberración. Los postulados de la historia de la paz se presentan además como el punto de partida para la prevención y resolución de los conflictos.