Si recordamos nuestra experiencia como escolares, en el instituto o en la universidad, la ciencia que se enseña-aprende consiste en un conjunto de afirmaciones, con frecuencia desconectadas de la realidad; un producto final incuestionable que deja fuera el proceso por el cual llegamos a este conocimiento, y con ello también cómo sabemos que lo que sabemos es cierto.
Se supone que la educación de la
ciudadanía ha de ser competencial, para conseguir una alfabetización científica
que contribuya a formar individuos críticos, responsables y comprometidos con
el mundo y sus problemas. Pero, en la realidad ¿qué aprendemos? ¿para qué nos
sirve?. La Ciencia, ¿es mera información?, ¿es conocimiento para comprender y
predecir diferentes fenómenos?. ¿Se favorece el pensamiento crítico?... ¿Por
qué lo llaman Ciencia si lo que quieren decir es Fe?.
Ciencia procede del latín "scientĭa" que significa conocimiento. Pretende explicar los fenómenos haciendo uso de un conocimiento cada vez más universal basado en pruebas. Por tanto, la educación científica debería promover el aprendizaje de la ciencia como proceso y como producto, involucrando a las personas en la construcción de los nuevos conocimientos, a través de propuestas educativas que partan de fenómenos cercanos, promuevan la expresión y comunicación de ideas y la construcción de explicaciones basadas en pruebas.
Se presentarán algunos resultados del grupo SensoCiencia, en el que diseñamos secuencias de enseñanza de
contenidos científicos a partir de “buenas preguntas” que inician un proceso de
indagación, tratando de promover una CIENCIA
con SENtido, con SENsores y SENsaciones.